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Reflexiones
Padre Nicolás Schwizer N° 78 – 01 de marzo de 2010

Solidaridad

Todos conocemos la frase bíblica: “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”….
Al escucharla, es como si de pronto nos vemos despedidos del cielo a la tierra, del espiritualismo a la encarnación. La sorpresa es profunda y general. Los justos como los condenados, protestamos: “¿Cuándo te hemos visto...?”

Jesús nos avisa de antemano que no seremos juzgados por nuestras prácticas religiosas: no nos preguntarán si hemos rezado, si hemos profetizado, si hemos asistido a charlas, retiros o reuniones religiosas. El juicio final no se basará en la cantidad de nuestras comuniones, de nuestras misas dominicales, de nuestras confesiones. Toda esa intimidad aparente con Jesús no nos impedirá ser puestos a la puerta del Reino. No seremos interrogados sobre lo que hicimos frente a Dios, sino sobre lo que hicimos frente a los demás.

Cristo se identifica aquí plenamente con los pequeños, pobres y humildes. En ellos, Dios está a nuestro alcance, para que podamos amarlo y servirlo. “Cuando lo hicieron con uno de estos mis hermanos, conmigo lo hicieron”.

Él está allí, a nuestro lado, con mil rostros distintos. Pero nosotros, ciegos, duros, egoístas y negligentes, no sabemos verlo, peor todavía, no queremos verlo. Lo dejamos ir. Y, tal vez, hasta lo despreciamos. Provocamos su justicia con nuestra injusticia y falta de solidaridad. “Cada vez que no lo hicieron con uno de estos mis hermanos, conmigo no lo hicieron”.

Si la solidaridad fraterna es la única garantía para entrar en su Reino, entonces no nos queda otro camino que buscar el rostro de Cristo en el rostro de nuestros hermanos que sufren. Y cuando lo descubrimos, tenemos que acogerlos y, ayudarles como lo haríamos con Jesús mismo.

Y así ningún cristiano puede permanecer tranquilo, mientras que haya niños que no tienen que comer, jóvenes sin posibilidad de instruirse, adultos que carecen de trabajo, ancianos pasando los últimos años de su vida en una resignada desesperación.

En cada uno de estos rostros se refleja nuestro Señor. Porque en cada uno de estos hermanos necesitados nos sale nuestro Dios al encuentro.

El auténtico amor se manifiesta y realiza cuando es capaz de traducirse en solidaridad. Porque el amor es una fuerza de unión, una tendencia a considerar al otro como parte de mi propio ser, como mi verdadero hermano en Cristo.

Por eso, amar es compartir: sentir mías las alegrías, las esperanzas, las angustias y las necesidades del otro. Y hacerle sentir que también lo mío mi corazón, mi tiempo, mi pan está a su disposición. En esto consiste la solidaridad. Y en este tiempo difícil que estamos viviendo, es necesario que todos seamos solidarios con los hermanos necesitados. Además, es el único signo por el cual los hombres podrán reconocernos como discípulos de Cristo e instrumentos del Espíritu Divino.

Pues lo peor no es ciertamente el mal que cometemos, sino el bien que dejamos de hacer. Existe un grupo numeroso de gente que “no roba, ni mata, ni hace mal a nadie”. Pero tampoco hace el bien.

Retirarse a la vida privada, refugiarse en la multitud, lavarse las manos ante los gritos de los más pobres y oprimidos - es hacerse cómplice y corresponsable de la injusticia. Pero todos serán descubiertos y condenados cuando llegue el día de las responsabilidades. Todos serán despojados de su paz y de su seguridad burguesas, en aquel día terrible. Porque Dios vendrá como un ladrón que no anuncia ni el día ni la hora de su visita.

Queridos hermanos, renovemos por eso no sólo nuestro amor al Señor, sino también nuestra entrega generosa a los hermanos, sobre todo a nuestros hermanos pobres, desamparados y marginados. Y entonces nos esperará, al final de nuestra vida, la invitación del Juez divino: “¡Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo!”

Preguntas para la reflexión

1. ¿Qué hago por los más pobres?
2. ¿La religión es un refugio para mí?
3. ¿Me considero una persona solidaria?

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