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Reflexiones
Padre Nicolás Schwizer N° 44 - 01 de octubre de 2008

El Instrumento

Dependencia de Dios. Creemos que la Virgen María es la Vencedora en todas las batallas. Pero, ¿cuál es el precio de sus victorias? Dice el Proto Evangelio: “Tú acecharás su talón” (Gen 3,15). ¿Qué significa esto? Interpreta el Padre Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt: “Esto quiere decir que vivimos en el orden de la cruz”. También la Virgen y el Señor vivieron en ese orden. No tenían el pecado original, pero asumieron una de sus consecuencias: el sufrimiento y la cruz.

Nosotros vivimos en el orden de la cruz: nuestro talón ha sido herido. Tenemos que contar con esto y tomarlo muy en serio. ¿Y cuál es la cruz más pesada para el hombre que aspira hacia lo alto? Es el peso de su propia naturaleza, la fragilidad humana. Frente a ello tenemos que hacer una sola cosa: decir que sí a nuestra pequeñez de todo corazón, aceptar nuestra debilidad con gran humildad. Este sí es el presupuesto más esencial para ser apto, para ser aceptado como instrumento. Nuestras debilidades son “como un trampolín para lanzarnos a los brazos de Dios” asegura el Padre Kentenich.

Es algo grande poder decir que Dios quiere emplearme como instrumento a pesar de que soy débil. ¡Y cuántas debilidades llevamos todos con nosotros! Debilidades corporales, espirituales, morales... Pero mayor aún es decir: Dios me quiere precisamente porque soy débil.

¿Por qué permite Dios nuestras debilidades, nuestras faltas? La verdadera piedad no consiste, de ninguna manera, en que no caigamos, en que no tengamos pecados. La verdadera piedad consiste en la dependencia de Dios, en la adhesión a Dios. Y la persona noble se siente tanto más dependiente cuanto más conoce su propia debilidad. Por eso, Dios permite la debilidad. Porque quiere que nos vinculemos a Él. Mi debilidad debe ser como una fuerza que me empuja hacia los brazos de Dios.

El título más valioso para tener derecho a recibir la misericordia de Dios, es el de mi miseria personal. Por eso el Padre Kentenich puede decir: “La pequeñez conocida y reconocida por el hombre, por el hijo, significa 'impotencia' del Padre y 'omnipotencia' del hombre”.

Es lo que expresa San Pablo con las palabras: “Cuando soy débil, soy fuerte”. (2 Cor 12,10).

La actitud de instrumento. El gran obstáculo para la actividad de Dios en el hombre y a través del hombre es y sigue siendo la enferma voluntad propia. El verdadero instrumento ha renunciado a ella, para estar solamente a disposición de Dios y de su obra. Allí donde Dios lo pone, está él con toda su persona y su fuerza y vive sólo para su tarea.

El Padre Kentenich solía contar en este contexto el ejemplo de un sacerdote de Colonia. Hizo pintar su ideal personal en la casa parroquial. El cuadro mostraba un burro, y sobre él a la Santísima Virgen con Cristo. Lo que quería decir con ello es: yo soy el burro sobre el cual pueden sentarse Cristo y la Virgen María. Y como el burrito, debo yo llevar a Cristo y a la Virgen por el mundo. Debemos cultivar en nosotros la consciencia de ser un burrito, de ser un instrumento predilecto en manos de la Virgen y de Dios.

Al llamarme a esta comunidad, a esta parroquia, Dios me ha elegido a ser colaborador suyo. Me ha elegido a ser instrumento en su mano y en la mano de María, para hacer a través de mí grandes cosas. Lo que importa no es entonces mi capacidad o mi pequeñez personal. Lo que importa es mi conciencia de instrumento, mi disponibilidad y obediencia a los deseos del Padre. Si me siento instrumento a través del cual Él está actuando, eso me da una gran seguridad frente a la vida y sus desafíos, y despierta una fuerza creadora extraordinaria. Y ese ha sido el secreto de los santos. Por eso, conciencia de instrumento o conciencia de ser el “burro” de la Virgen María y de Dios para sus planes.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Busco a Dios en mi apostolado?
2. ¿Me siento un burro de la Sma. Virgen?
3. ¿La figuración personal está presente en mis tareas?

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