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Reflexiones
Padre Nicolás Schwizer N° 38 - 01 de julio de 2008

Nuestra fe cristiana

¿Qué se necesita para que la fe cristiana arraigue profundamente en un hombre, quede fuerte y sana?
Los entendidos nos dicen que tres fuerzas deben cooperar para que un hombre llegue a la fe y, además, crezca y madure en ella: Dios, el Hombre mismo y la Comunidad de los creyentes.

1. Dios. Sabemos que Dios, a través del Bautismo da la gracia inicial para que la fe pueda nacer y crecer en un cristiano. Esta fe recibida en el bautismo es una semilla. Y la semilla está hecha para producir una planta y la planta para producir frutos. Para que la semilla de la fe pueda crecer en el alma, Dios tiene que seguir dando su gracia.

¿Cómo podemos conseguir esa gracia de la fe, a lo largo de nuestra vida? Creo que Dios nos pone una condición fundamental para ello: Él quiere que le pidamos esa gracia con humildad y confianza filiales. El apóstol Santiago nos dice en su carta: «Dios resiste a los soberbios, pero da la gracia a los humildes” (4.6). Y el mismo señor nos enseña en el Evangelio pedir con confianza: “Todo cuanto pidáis en la oración, creed que lo recibiréis y lo tendréis” (Mc 11,24).

2. El hombre mismo. La fe es un regalo de Dios. Pero también es una respuesta personal del hombre mismo. Él puede y debe colaborar en el crecimiento de su fe. Debe vivir y realizarla en su vida de cada día. Debe probarla con hechos y actos de fe concretos. La semilla que no es cuidada y alimentada, no puede madurar; se seca y muere. Y pienso que esa es la razón de la debilidad y hasta desaparición de la fe en muchos de nuestros contemporáneos.

Un sabio de la India dijo, después de un viaje por Europa: “Encontré en Europa un cristianismo de domingo y un paganismo cotidiano”. Una fe que no inspira el trabajo diario, el contacto con los demás, la alegría y el sufrimiento de cada día, no puede crecer, sino disminuye y muere, tarde o temprano.

3. La comunidad de los creyentes. La tercera condición fundamental, además de la gracia de Dios y de la cooperación del hombre, es la Comunidad de los creyentes. La fe sólo puede arraigar en un hombre, cuando forma parte de una comunidad cristiana porque la fe no es asunto privado de uno.

En la comunidad recibe la revelación de Dios y le da su respuesta de fe. Por eso dice San Pablo: “¿Cómo creerán si nada oyeron de Él? ¿Y cómo oirán si nadie les predica?” (Rom 10,14):
Pero no es suficiente predicar solamente con palabras. Más importante y fecundo es predicar con una vida de fe. Porque la vida sólo nace de la vida; y una fe vital nace sólo de una fe vital.

Y me parece que esta es otra de las causas, por la que tantos hombres de hoy no pueden creer: Muchos educadores y predicadores de la fe - papás, sacerdotes, maestros, etc. - no encarnan la fe en su persona ni en su vida. Hablan sólo de ella, pero no viven de ella. Por eso, su mensaje no convence ni vivifica.
Aquí entra entonces, con mucha fuerza, la importancia de nuestras comunidades cristianas y de nuestros grupos cristianos.

Pero lo más fundamental y decisivo para el nacer y crecer sano de la fe son nuestras familias cristianas, las primeras comunidades de fe. Los papás son no sólo los grandes educadores de la fe de sus hijos, sino también reflejos de Dios mismo para ellos. Mediante la relación con los padres, el niño experimenta la relación con Dios Padre y con su Madre celestial, la Sma. Virgen. Y así, va surgiendo, de un modo natural y espontáneo, una vinculación personal con Dios.

Y la esencia de la fe no es creer en ciertas verdades o artículos de fe, sino es creer en una persona, es creer en un Dios personal. Y madurar en la fe significa profundizar mi vinculación íntima con Cristo y con el Dios Trino.

Por eso, pidamos que el Señor nos regale la gracia de crecer permanentemente en la fe y en la vinculación personal con Él, y que nuestras crisis de fe sean sólo crisis de crecimiento. Pidámosle también a la Sma. Virgen, Madre y modelo de la fe, que nos fortalezca y acompañe en nuestro caminar hacia la Casa del Padre.

Preguntas para la reflexión
1. ¿Me considero un cristiano de domingo?
2. ¿Me considero una persona de fe?
3. Como persona o como grupo, ¿en qué nos distinguimos de los demás?

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