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Reflexiones
Padre Nicolás Schwizer N° 106 – 01 de mayo de 2011

Siempre madre

Madre de familia. Uds. son madres, a imagen y semejanza de Dios. Y como tales, tienen una gran tarea, una misión difícil, en sus propios hogares. ¿Cuál es la tarea de una madre en su familia? Podríamos ahora hablar larga y extendidamente sobre muchas tareas maternales. Tocaré un solo aspecto, pero aspecto trascendental: su tarea religiosa en el hogar. Se trata de una triple tarea religiosa: la autoeducación religiosa de la misma madre, la educación religiosa de los hijos, la influencia religiosa sobre el marido.

1. La autoeducación religiosa de la madre. Han madurado por la vida y en la vida y, por eso, tienen el sentido más marcado para la sana religiosidad, para el dominio de la vida religiosa. ¿Cómo es una madre santa? Es una persona que irradia un ambiente divino, en la cual se palpa la presencia de Dios y se experimentan las glorias de María. Esa es nuestra aspiración como madres. De nosotras debe partir un aroma divino, una atmósfera sobrenatural, que envuelve a nosotras mismas y a todo nuestro hogar.

¿Qué puedo hacer, para que esto se haga realidad? Debo luchar para que la Virgen tome forma en mí. Tengo que crecer y madurar, más y más, hacia la pequeña María, reflejo y transparente de la gran María. He de cultivar en mí el Santuario del corazón, fomentar el vínculo filial y el diálogo personal con el Dios de mi alma. Así podré llegar a una profunda religiosidad e irradiar esa riqueza interior a los que me rodean.

2. La educación religiosa de los hijos. A la luz divina, mi hijo es un portador de Dios, un santuario de Dios. Y mi tarea principal como madre es educarlo en lo religioso, en la fe, en la vinculación con las personas del mundo sobrenatural. Lo central es que los hijos estén arraigados en Dios, que se sientan cobijados en su corazón de padre. ¿Considero esa misión realmente como mi misión más importante, frente a los hijos?

Como todos sabemos, la educación y, especialmente, la educación religiosa es una tarea bien difícil. Porque el ambiente de afuera no ayuda en nada, más bien entorpece y complica las mejores intenciones de los padres.
Además, la educación de la libertad tampoco nos resulta fácil: dejarles libertad, hasta el extremo; formarlos para que aprendan a decidirse autónomamente y que sepan decidirse por lo bueno.

Dar más importancia a la libre decisión que al orden y a la disciplina; no optar por el hijo modelo, sumiso, ordenado, pero débil de carácter, sino por el creativo, independiente y de carácter decidido...

No sólo es una tarea difícil, sino que es también un gran dolor para muchas de Uds. No pocos de sus hijos mayores no practican la vida religiosa y Uds. se sienten, por lo menos en parte, responsables de ello. Pero siempre les queda, como recursos, el ejemplo personal, rezar por ellos y entregarlos a la Virgen para que Ella los cuide.

3. La influencia religiosa sobre el marido. Nuestra tarea fundamental es distanciarlo de lo material y terrenal y elevarlo hacia un nivel superior. Conocemos la palabra de San Bernardo: “El varón no es elevado ni redimido a no ser por la mujer”, es decir, por la Sma. Virgen y por la pequeña María. Uds. deben ser “redentoras” de sus maridos, bendición y salvación para ellos. Pienso que todas son conscientes de esta gran misión.

Pero es otro motivo de dolor para muchas de Uds., porque muchos esposos están alejados de Dios, alejados de la religión, alejados de la Iglesia. Y sin embargo es y sigue siendo una de mis grandes tareas: tratar de conectar a mi marido con Dios, ayudarle para que sea el sacerdote del hogar, luchar para que junto conmigo pueda salvarse. Y una vez más, la Virgen tiene que apoyarnos y completarnos en eso.

En la Alianza con la Virgen, su tarea es hacer lo que nosotros, con nuestras pocas fuerzas, no podemos lograr. Trabajemos, entonces, por la Virgen y su Reino y dejemos en sus manos el cuidado y la conversión de nuestros maridos.
Es digno de admiración como muchas de ustedes deben arreglarse completamente solas: todo un ejemplo de disponibilidad, entrega y fidelidad.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Cómo cultivo mi vida espiritual?
2. ¿He logrado crear un estilo de vida religioso en mi hogar?
3. ¿Pongo en manos de la Virgen aquello que no puedo conseguir?

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