Virgen de Schoenstatt MUSICAS PARA EL ALMA


Radio Tupâsy Rapére haciéndote compañía. Transmitiendo desde Ciudad del Este-Paraguay...

English seorimícuaro French cartas de amistad German documental Spain cartas de presentación Italian xo Dutch películas un link Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified

Reflexiones
Padre Nicolás Schwizer N° 101 – 15 de febrero de 2011

La misión de testimoniar
el ideal de familia

Es dar testimonio de Cristo en nuestra vida matrimonial y familiar. Es transmitir el amor que vivimos en nuestros hogares. Es una experiencia que no podemos ni debemos callar. Y creo que muchos de nosotros sentimos esa necesidad: Vivimos algo tan hermoso en nuestras familias que tenemos que anunciarlo como una Buena Noticia. Debemos anunciar el Evangelio de la familia, la Buena Nueva del matrimonio cristiano, el gozo profundo de la comunión matrimonial y familiar.

Esa experiencia que estamos haciendo en nuestras casas, ha de darnos fuerzas no sólo para hablar, sino también para luchar para que el mundo sea más familia: que queden felices otras familias, que haya leyes que respetan los derechos de la familia. Pero estas grandes tareas se pueden cumplir sólo partiendo de un ideal vivido, de una experiencia profunda. Y esa experiencia la tenemos que hacer con Cristo en la Eucaristía y, como vivencia del amor humano, en nuestro propio hogar.

Nosotros, los matrimonios, debemos transmitir al mundo el ideal de familia. Tenemos que sentir esa conciencia de misión. Porque ese fuego que arde en nuestros hogares, si lo transmitimos bien, es un fuego que puede transformar el mundo. Nuestras familias son la base de la renovación: renovación de la Iglesia, de la sociedad y del mundo.

Hombre poseído por su misión
Creo que es imposible lograr los objetivos de ayudar a transformar el mundo sin una fuerte conciencia de misión. Es una tarea demasiado grande. Las circunstancias actuales son demasiado difíciles. Los instrumentos humanos somos demasiado frágiles.
Muchas veces la conciencia de misión no es suficiente, tenemos que estar poseídos (captados, compenetrados) por la misión”. Porque el que no está “poseído” de Dios, de su misión, será incapaz de superar las dificultades con que se va a enfrentar en una sociedad pluralista.

El que no cree que tiene una misión divina, va a sucumbir, no va a jugarse por Dios. Pienso que a todos nos falta todavía ese empuje irresistible para llevar adelante nuestra misión.

Hace falta el hombre que se sabe elegido y enviado por Dios, y que por eso vive y vibra por su misión. Es necesario conciencia de misión para intervenir en la historia de nuestra Iglesia y de nuestra patria, como los grandes profetas y santos. ¿Estamos poseídos por nuestra misión?

Dios nos llama a transformar el mundo. Si queremos hacerle presente no podemos quedarnos tranquilos en nuestra casa, vivir allí nuestro cielo. Tenemos que luchar para que nuestra tierra llegue a ser, una colonia del cielo. Significa promover una nueva cultura cristiana, una civilización del amor, un nuevo orden social.

Es necesario heroísmo. Es el heroísmo de cada día, de las cosas cotidianas y ordinarias: hacer todo con el máximo de amor, de entrega, de generosidad. Es el heroísmo de la vida matrimonial y familiar: pero no de esa entrega pobre, quejosa y mezquina, sino de una entrega magnánima, fiel y sin excusa, de un crecimiento constante en el amor. La pregunta es, si realmente queremos escapar de la tibieza, la mediocridad y encaminarnos heroicamente hacia la santidad. Es únicamente nuestra decisión personal y como familia, si jugamos con la vida o nos jugamos la vida.

Lo opuesto a todo esto son los espectadores, para quienes la situación del mundo, de la sociedad, de la Iglesia les llega como comentario, como una situación externa, y no como el “campo de lucha” donde tenemos que plasmar nuestra visión integral. Espíritus frenados, en la apatía y la indiferencia, de quienes no están dispuestos y se hallan sin fuerzas para dar los saltos mortales.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Qué hago para que el mundo sea más familia?
2. ¿Soy conciente que Dios me encomendó una misión?
3. ¿Soy agradecido de lo que Dios me ha dado, o soy una persona quejosa?

Si desea suscribirse, comentar el texto o dar su testimonio, escriba a: pn.reflexiones@gmail.com