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Reflexiones
Padre Nicolás Schwizer Nº 70 - 01 de noviembre de 2009

Comunidad de los Santos

La Iglesia celebra el 01 de noviembre una de las fiestas más alegres y jubilosas de todo el año: la solemnidad de todos los Santos.

La Biblia nos da una visión impresionante de esta comunidad de los Santos. Pertenecen a ella los Santos canonizados: la Sma. Virgen María, los Apóstoles, nuestros santos Patronos y todos los Santos que ya tienen su propia fiesta a lo largo del año.

Ellos nos son dados a nosotros como modelos y guías. A Dios lo vemos, lo vislumbramos y conocemos en sus Santos. Por su vida nos manifiestan, como Jesucristo habría vivido en los distintos tiempos, en los diferentes estados y vocaciones. Jesús no vivió más que una sola vida humana, una vida breve de 33 años.

Pero en la vida de los Santos nos revela la inagotable variedad y riqueza de su imitación. De ahí se entiende también, que algunos Santos nos atraen más que otros, que cada uno de nosotros tiene sus Santos predilectos. Son aquellos Santos que responden más a nuestro carácter propio, a nuestros anhelos personales.

Pero los Santos no son solamente nuestros modelos en la imitación de Cristo, sino resultan ser también nuestros intercesores ante el trono de Dios. Ellos son los hijos maduros de Dios y tienen, por eso, poder sobre su corazón de Padre.

Con la muerte nunca se termina una vocación o misión personal, sino que se continúa desde el cielo. Santa Teresita lo expresa en su manera sencilla: “Desde el cielo haré caer sobre la tierra una lluvia de rosas”.

Así la fiesta quiere profundizar nuestra vinculación, nuestro amor y nuestra confianza en los Santos. Pero festejamos no solo a los Santos canonizados, sino también a los Santos anónimos y desconocidos, que se encuentran en la Casa del Padre. Se trata de los cristianos corrientes como nosotros, que llegaron a la meta de su vida terrenal y entraron tal vez después de un tiempo de purificación en la comunidad del cielo.

Todos nosotros tenemos algunas personas queridas entre esta gran multitud de Santos no canonizados: nuestros padres, familiares, amigos y compañeros difuntos. Y si pensamos en su felicidad, entonces no dejamos de alegrarnos con ellos. Entonces nos viene el anhelo de volver a encontrarlos, de ir a juntarnos con ellos.

Dichosos, por eso, nosotros si en el cielo tenemos ya seres queridos. Ellos nos atraen y nos invitan a esa reunión eterna, donde no quieren ser felices sin nosotros. Así, el cielo empieza a ser una realidad palpable para nosotros. Así comenzamos a amar el cielo, a esperar el cielo, a conocer el cielo. Así nos ponemos en marcha por el camino que nos conducirá hacia la Casa del Padre.

Cada cristiano, cada uno de nosotros es llamado a la santidad. Podemos ser santos y debemos esforzarnos en serlo. Los Santos fueron limitados y débiles como nosotros. Y tenemos las mismas ayudas, las mismas gracias, los mismos sacramentos que ellos.

El Evangelio nos muestra el camino que nos conduce hacia esa meta alta. Las bienaventuranzas son las condiciones de entrada en el Reino de Dios. Son un programa entero de perfección y santidad. Los Santos han correspondido a este ideal cristiano, han vivido diariamente estas actitudes fundamentales del Reino. Por eso miramos a los Santos, y mirándolos los amamos, y amándolos los imitamos.

Queridos hermanos, si seguimos fieles por este camino, la fiesta de todos los Santos será algún día, nuestra propia fiesta. Entonces todos nosotros estaremos, un día, reunidos en el cielo junto a Dios, a María, a los Apóstoles, a todos los Santos, y junto a nuestros familiares y amigos.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Suelo rezarles a los familiares que me han precedido en el cielo?
2. ¿Me siento llamado a la santidad?
3. ¿He reflexionado sobre “Las bienaventuranzas”?

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