Virgen de Schoenstatt MUSICAS PARA EL ALMA


Radio Tupâsy Rapére haciéndote compañía. Transmitiendo desde Ciudad del Este-Paraguay...

English seorimícuaro French cartas de amistad German documental Spain cartas de presentación Italian xo Dutch películas un link Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified

Reflexiones
Padre Nicolás Schwizer N° 65 – 15 de agosto de 2009

El mejor de los regalos de Jesús: su Madre

Vamos a hablar del mejor de los regalos de Cristo a la humanidad. Él, que nada tiene, desnudo sobre la cruz, posee aún algo enorme: una madre. Y se dispone a entregárnosla.

Es san Juan quien nos trasmite este episodio (Jn 19, 25-27). Y, con profunda agudeza psicológica, la coloca inmediatamente después de la narración del reparto de las vestiduras y del sorteo de la túnica. Sin decirlo, Juan está explicándonos que esa túnica era obra de la madre de Jesús y que es precisamente ese sorteo lo que hace brotar los recuerdos en la cabeza del moribundo y lo que le empuja a fijar su atención en el grupo de amigos que hace guardia al pie de la cruz.
A esta hora se ha alejado ya el grupo de los curiosos. Gran parte de los enemigos se ha ido también. Quedan únicamente los soldados de guardia y el pequeño grupo de los fieles.

Los apóstoles han huido. El mismo Pedro, por miedo o quizás más probablemente por vergüenza de su traición, tampoco está aquí. Para bochorno de los varones el grupo está formado por mujeres, a excepción de Juan, el más joven del clan de pescadores, en quien el amor ha podido más que los miedos y las dudas.

El centro del grupo lo constituye María, la madre del moribundo. Hay a su lado otras mujeres. “Estaban - dice el evangelista – junto a la cruz de Jesús su madre; las hermanas de su madre; María, esposa de Cleofás; y María de Magdala”. Esta última sabemos ya quien era: la mujer de quien, según san Lucas, habían salido siete demonios (8, 2) Y seguramente la misma mujer a quien, según el mismo evangelista, vimos secar los pies de Jesús en casa de Simón el fariseo (7, 36-50); probablemente es también la hermana de Lázaro, el resucitado.
Sabemos que estaban cerca de la cruz.

Quizás el mismo Jesús les hizo en este momento gestos de que se acercasen porque tenía algo importante que decirles.

En realidad, ninguna ley impedía a los parientes acercarse a los condenados; los soldados defendían las cruces contra un posible golpe de mano o para impedir cualquier forma de tumulto; pero no apartaban a los curiosos, ni a los enemigos, ni tampoco a las personas amigas. Realmente poco podía temerse de aquel grupito de mujeres y un muchacho. Los mismos soldados debían de tener compasión de aquel reo a quien a la hora de la verdad, tan pocos partidarios le habían quedado.

Sabemos también que “estaban” junto a la Cruz, y ese estaban en latín nos dice claramente que permanecían en pie, que se mantenían firmes. Que María pudiera tener algún momento de desmayo entra dentro de su condición humana. Que fuera sostenida por Juan, es normal en una madre. Pero ciertamente lo que Jesús vio desde la cruz no fue una mujer desmayada. Desgarrada por el dolor, estaba allí entera, despierta para asumir la tremenda herencia que iban a encargarle.

No le niega nada. Ciertamente es misteriosa la presencia de María en este momento. Desde el punto de vista humano y sentimental era cruel haberla conducido allí. Cruel para los dos. La presencia de la madre en la cruz era una doble fuente: fuente de dulzura y de dolor. Para Cristo tuvo que ser un consuelo sentirse acompañado por ella, ver desde la cruz el primer fruto purísimo de su obra redentora. Pero también fue fuente de enorme dolor verle sufrir a su madre. El que ama, cuando descubre el eco de su propio sufrimiento en el ser amado, siente desgarrarse nuevas regiones en su corazón. Por otra parte, pienso que el ver sufrir tanto a su madre es la razón porque Jesús no le niega nada.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Es la Virgen, una madre para mí?
2. ¿Cuál es mi oración favorita a la Virgen?
3. ¿Qué puedo hacer para vincularme más a María?

Si desea suscribirse, comentar el texto o dar su testimonio, escriba a: pn.reflexiones@gmail.com