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Reflexiones
Padre Nicolás Schwizer N° 35 – 15 de mayo de 2008

Preparación para la vida familiar

Sabemos que la familia se ve profundamente amenazada por factores que atentan contra su estabilidad y su integridad. Es necesario que los cristianos la defendamos con pasión y valentía.

El fundamento de toda vida familiar es el amor, que ha unido dos vidas. Si el amor entre los esposos se debilita, o se pierde, toda la familia está en peligro.
Por eso, la principal preparación de la pareja, para llegar al matrimonio, es la educación para el amor, pero, para el verdadero amor.
Lo digo porque hoy existen grandes confusiones. El amor no es lo mismo que un sentimiento de atracción ni una pasión incontrolada y sensual. No es lo mismo que una atracción física entre hombre y mujer, ni es verdadero amor aquello que tantas veces aparece en los medios de comunicación y que no pasa de ser un mal disimulado sexualismo.

El verdadero amor no es una experiencia pasiva, sino una actitud activa que exige algo de mí. El amor es esencialmente dar, es esforzarse en hacer feliz al otro. Para la mayoría, el amor consiste en “ser amado” y no en “amar”. Se quedan esperando que el otro les haga felices. Se preocupan en aparecer atractivos, ser agradables, todo con el fin de que se los ame. Amar, para ellos, es recibir, es gozar, es disfrutar.
Por eso no es de extrañar que una ola de sexualismo avance en nuestra juventud y amenace destruir la alegría, la pureza y la hermosura del amor – para convertirlo en un materialismo sensual, fuente de muchos desengaños, dolores y fracasos.

La preparación al matrimonio debe comenzar en la juventud y prolongarse hasta que maduren el amor y las actitudes interiores que harán que los jóvenes lleguen a ser buenos esposos y padres, la principal “profesión” de ellos y el arte más difícil de aprender.
Hoy vemos innumerables casos de padres que no comprenden a sus hijos, que no son capaces de educarlos y ganarse su confianza. Vemos cantidad de esposos que no son capaces de perdonarse, de superar sus defectos de carácter, etc.
Y la verdad es que han llegado al matrimonio prácticamente sin preparación alguna, salvo el noviazgo: sin formación de las virtudes morales y sociales, esenciales para formar un buen hogar.

Para el ejercicio de la profesión civil, se dedican años de estudio. En cambio, para prepararse al matrimonio, se hace poco. A veces nada, o casi nada. ¿Por qué nos extrañamos de que haya muchos fracasos matrimoniales y familiares?

La Iglesia hace esfuerzos para preparar a los novios antes de su matrimonio. Pero estas reuniones preparatorias son insuficientes. El trabajo de preparación al matrimonio debe hacerse también en los establecimientos educacionales, en los grupos de formación juvenil y, de manera muy particular, en el hogar.

La familia es la gran escuela de amor.
En ella aprendemos y practicamos el amor en sus múltiples formas: el amor de hijos frente a nuestros padres. El amor fraternal con los hermanos. El amor esponsal experimentado en el ejemplo de los papás. Y también el amor a Dios.
Es en la familia, donde experimentamos el amor, el servicio, el perdón, la bondad, la entrega de unos por otros, también el sacrificio y la renuncia por amor.

Toda la santidad y belleza del amor familiar encuentra su culminación terrena en la Familia de Nazaret. Jesús que venía a construir un mundo nuevo, pasó 30 años junto a María, esforzándose por vivir el nuevo ideal cristiano de la familia, y apenas 3 años, predicando en público. De Él aprendió María la importancia de la familia.
Por eso, donde Ella iba, creaba un ambiente de hogar: en casa de Isabel, en Caná, en el Cenáculo. Y desde entonces donde llega, crea familia de inmediato, convierte a los hombres en hijos y hermanos. Así fue en su vida en la tierra y esa es la gracia propia que Ella reparte ahora desde el cielo.
Pidamos a la Sma. Virgen que ayude a crear en todos nuestros hogares un ambiente de amor personal. Si abrimos al poder educador de María las puertas de nuestros hogares, entonces se convertirá en la Madre y Educadora nuestra.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Cómo preparo a mis hijos/as para el matrimonio?
2. ¿Colaboro en mi parroquia en la formación de los novios?
3. ¿Soy una persona que crea ambiente de familia?

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