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Reflexiones
Padre Nicolás Schwizer N° 11 - 15 de mayo de 2007

Nuestra disposición para recibir
los dones del Espíritu Santo

¿Qué podemos y debemos hacer para que el Espíritu de Dios venga a nosotros y nos llene con sus dones? ¿Cuáles han de ser nuestras actividades y disposiciones interiores para atraer y recibir al Espíritu Santo?

1 Una primera disposición: Deberíamos despertar más aún en nuestros corazones el anhelo por el Espíritu Santo y sus dones. Es el mismo anhelo que tenían los apóstoles y la Santísima Virgen cuando estaban reunidos en el cenáculo esperando el Espíritu Santo prometido. Es la súplica: ¡Ven, Espíritu Santo! Te esperamos con ansias, porque somos tan débiles, porque necesitamos tu poder transformador. Deberíamos despertar profundos afectos de ansias para que Él tome en sus manos nuestra educación, nuestra transformación en auténticos hijos de Dios, en hombres sencillos con alma de niño. Por eso, tenemos que llegar a ser hombres y mujeres del anhelo por el Espíritu de Dios.

2 Una 2ª disposición: Debemos esforzarnos más por estar en silencio, por estar solos y tranquilos interiormente. Se trata de un recogimiento y una soledad llena de Dios. Las fuerzas del alma deben estar concentradas no en nosotros sino en Dios. Solamente así podremos escuchar lo que el Espíritu Santo nos sopla. Si a nuestro alrededor y, sobre todo, si en nuestro interior hay tanto ruido, tantas voces ajenas, tanto espíritu mundano, entonces no podremos escuchar al E. Santo. Y si no lo escuchamos, tampoco sabremos lo que Él desea y nos sugiere. Y así nunca vamos a darnos cuenta de su presencia en nuestra alma ni vamos a creer en su actuación e influencia en nuestra vida.

3 Otra disposición es la oración humilde. Dice el Padre: “Me parece que ha llegado el momento en que hemos de juntar las manos y orar. Necesitamos mucho más de oración que de ejercicios.
Por supuesto, eso no quiere decir que debamos dejar de practicar la filialidad.

Pero sabiendo que sólo poseemos las velas y que es el Espíritu Santo quien debe henchirlas, nos sentimos en dependencia total frente a Dios. Debemos cultivar, entonces, el heroísmo de la oración humilde”. Hemos de ser maestros de la oración y de la humildad.

4. Una última disposición que atrae al Espíritu Santo, es el espíritu mariano. Sabemos que María, el día de Pentecostés, se encontró en medio de los apóstoles. Y no dudamos de que sobre todo por su poderosa súplica maternal el Espíritu Divino vino sobre cada uno de ellos. Y así también nosotros hemos de unirnos a ella en la espera del Espíritu Santo.

Habremos escuchado ya alguna vez las palabras de San Grignion de Montfort, la que el Padre Fundador repetía tantas veces: El Espíritu Santo quisiera encontrar en las almas a la Santísima Virgen, quisiera encontrar actitud y espíritu marianos, quisiera encontrar un amor profundo hacia ella. Y cuando Él descubre en un alma a María, entonces no le queda más remedio que penetrar en esta alma con sus dones y obrar milagros de transformación.

¿Y la causa de esto? Como en la Encarnación el Espíritu Santo y la Virgen colaboraron para que naciera Jesús, así el Espíritu de Dios quiere también hoy en día cooperar con María, para que Cristo, el Hijo del Padre, nazca y viva en cada alma.

Por eso, no es casualidad que el Padre nos invita a ampliar nuestra Alianza de Amor sellando esa misma Alianza también con el Espíritu Santo. Entonces, Él nos dará sus dones, el don de la sabiduría, para que todos podamos conquistar el espíritu de la filialidad

Preguntas para la reflexión

1. ¿Tengo momentos de silencio durante el día?
2. ¿Me considero una persona mariana?
3. ¿Pensé alguna vez en la Alianza con el Espíritu Santo?

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