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Reflexiones
Padre Nicolás Schwizer Nº 113 – 15 de agosto de 2011

Nuestros ratones

Si queremos crecer hacia arriba, hacia Dios, tenemos que lograr primero crecer en lo natural. Dentro de lo natural, una parte importante de nuestro ser es el subconsciente.

¿Por qué es tan importante? Porque el hombre es conducido por los impulsos del subconsciente mucho más que por la voluntad consciente. El subconsciente es como una “torre de control” de la conducta humana. A todos nos pasa que de repente actuamos de una manera totalmente contraria a la que teníamos pensada o decidida. Nos hemos dejado sorprender por la fuerza casi irresistible del subconsciente. Y eso se da, en gran parte, por ese control de la conducta que es el subconsciente.

Y en ese mundo subconsciente se encuentran y trabajan una cantidad de impresiones no elaboradas, no digeridas. También en gente sana afloran lo que se llaman “actos fallidos” (olvidos, lapsus, metidas de pata, etc). P.ej. estoy a punto de empezar un nuevo paquete de cigarrillos y me digo que puedo esperar una hora más. Algunos instantes más tarde, inmerso en mi trabajo, me sorprendo fumando un cigarrillo. Mi subconsciente ha buscado imponerse cuando el control consciente ha cesado.
Por eso la importancia de captar y purificar el subconsciente. Porque si no es ordenado y sanado, frena e impide nuestro caminar hacia la madurez y santidad.

A esto se agrega que el hombre de hoy es mucho más débil y frágil que el hombre antiguo o medieval. El Padre Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt, habla de un déficit de fuerza natural y anímica, fuerza de resistencia, fuerza motriz del hombre moderno. Incluso comenta que para el hombre actual es ya difícil hacer un retiro espiritual: su subconsciente está demasiado cerrado, endurecido; la vida subconsciente del alma ha absorbido todas las fuerzas vitales del hombre.

¿Qué es el subconsciente?

Todas las impresiones que el hombre recibe y registra, se graban en su interior. Ninguna se pierde. Algunas las conserva en su memoria, de modo que las puede usar cuando las necesita.

Otras se pierden de la consciencia, pero no desaparecen: se hunden en el subconsciente y quedan allí.

Ahora, la dificultad para el hombre moderno consiste en que recibe tantas impresiones que ya no es capaz de elaborarlas y asimilarlas interiormente. Cuando se trata de experiencias positivas, resulta más fácil ordenarlas e integrarlas en el mundo interior.
Hasta aquí todo va bien. El problema se presenta con las reacciones: cada impresión produce una reacción, en algunos casos una cadena de reacciones. Pueden ser inmediatas o posteriores, interiores o exteriores. Cuando el estímulo es positivo, p.ej. una alabanza, un cariño, un regalo, la impresión y la reacción son positivas. El subconsciente lo ordena y asimila más fácilmente y así ayuda al propio crecimiento.

Diferente es cuando el estímulo es negativo, p.ej. me retan injustamente. Me queda una impresión negativa y ésta genera reacciones, p.ej. voy a mi cuarto a llorar, hago una escena al que me retó, me callo pero me quedo con la cosa metida adentro, empieza a deteriorarse mi relación con aquella persona. Frecuentemente no logro ni intento digerir o asimilar el asunto. Tal vez con el tiempo me olvido del hecho se hunde en el subconsciente , pero al no digerirlo ni asimilarlo no contribuye al crecimiento personal, sino crea conflictos y obstáculos de todo tipo.

Para caracterizar esta situación, el Padre Kentenich utiliza algunas imágenes del mundo animal: Las impresiones en el subconsciente, sobre todo las no digeridas, son como ratones que corren y recorren y se persiguen. O son como peces en un lago. O como víboras que depositan su veneno en nuestra naturaleza.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Tengo reacciones descontroladas?
2. ¿Cuáles son los peces que nadan en mi interior?
3. ¿O cuál es la “raza de víboras” que se mueve en mi subconsciente?

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