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Reflexiones
Padre Nicolás Schwizer Nº 59 – 15 de mayo de 2009

La voluntad

1. Desintegración de la voluntad
1.1 La incapacidad de decidirse. Sea por falta de voluntad o por una voluntad muy debilitada. Para el Padre Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt, es lo típico del hombre masa de hoy, que está contento cuando otros deciden por él. Se siente sin fuerzas. Su frase preferida es: "Qué le voy a hacer, yo soy así...".

1.2 El subjetivismo. Es no dejarme guiar por la inteligencia y la voluntad en mis decisiones; es permitir que los sentimientos decidan lo que yo hago o no hago.
Un criterio subjetivista es la comodidad. Busco el camino más fácil. Hago únicamente lo que no va en contra de mi comodidad. ¡Cuánto cuesta encontrar personalidades maduras en este sentido, que no busquen lo más fácil, lo más cómodo, sino lo mejor!
También están las postergaciones: dejar para más adelante lo que deberíamos hacer hoy. Al posponer las cosas, muchos sienten interior¬mente que ya no van a hacerlo nunca. Es muy común también, hacer las cosas en el último momento, bajo presión. P.ej. comprar el regalo de ida al cumpleaños, hacer las valijas...

1.3 La incapacidad de realizar lo decidido. Hay gente que sabe decidirse, pero a la hora de la verdad no cumple. Lo dijo ya el Señor, de los fariseos: "ellos enseñan pero no cumplen" (Mt 23, 3). Falta fuerza de voluntad, constancia, capacidad de lucha y de acción. Una frase típica de estas personas es: "no puedo, no soy capaz". Muchas veces es un pretexto. Cuando alguien quiere, puede. Con un poco de esfuerzo, todo se puede. Lo dijo ya san Pablo a los filipenses: "todo lo puedo en Aquel que me conforta".

2. Integración de la voluntad
2.1 Debemos aprender a decidirnos. Conquistar la capacidad de decisión. Abandonar la actitud cómoda de observador pasivo desde la ribera y tirarnos al agua.

¿Qué características deben tener nuestras decisiones?
a) Decisiones ponderadas. Existen 2 extremos: la persona impulsiva que toma decisiones apresuradas; y la persona excesivamente reflexiva a quien le cuesta una barbaridad decidirse. Busquemos el justo medio de ambos.

b) Decisiones libres. No me decido porque la TV lo dice. Me decido porque he analizado lo que ellos me dicen y llego a la conclusión de que eso es lo correcto. Y entonces lo asumo con una decisión personal y libre.

c) Decisiones fundamentadas, basadas en principios. Debo poder dar razones del por qué decido o hago algo.

2.2 Aprender a realizar lo decidido. Convertir en hechos y acciones lo que hemos decidido, a pesar de los obstáculos y dificultades. Esto exige de nosotros: perder el miedo al que "dirán los demás", perder el miedo al fracaso.
Hemos de salir de nuestra comodidad y mediocridad, arriesgarnos en algo grande que valga la pena, superar nuestro pasivismo, tomar iniciativas y desarrollar nuestra creatividad.

No es hacer muchas cosas, sino de hacer bien lo que hemos asumido. No hacer a medias sino terminarlas; hacerlas bien o no hacerlas.
Hacer bien las cosas implica también, cuidar los detalles. Y aquí podríamos nombrar la puntualidad. Es un defecto común en muchos países, el llegar atrasado 20 minutos, media hora. Y todo el mundo ya cuenta con ese atraso. Llegamos tarde al trabajo, al colegio, incluso a la Misa. Es una falta de responsabilidad y de respeto.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Cómo son mis decisiones: apresuradas, reflexionadas?
2. ¿Soy una persona puntual?
3. ¿Me cuesta tomar decisiones?

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