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Reflexiones
Padre Nicolás Schwizer N° 17 – 15 de agosto de 2007

Ataduras a las cosas

Un campo que obstaculiza la libertad interior, son nuestras ataduras esclavizantes a las cosas. El Padre Fundador solía comentar que hacemos demasiadas concesiones al mundo. Y así nos condenamos a nosotros mismos y a los que nos rodean, a la mediocridad.

“No podemos servir a dos amos, no podemos servir a Dios y al dinero” (Mt 6,24), nos advierte Jesús. Hoy en día es enormemente difícil vivir en medio del mundo y no sucumbir ante el espíritu del mundo. Los santos lo comparan con una telaraña que atrapa a los hombres y no los suelta más.

El Schoenstattiano,
Un hombre distinto de los demás

Si queremos redondear un poco la imagen de ese hombre nuevo que ha de crear un mundo nuevo, hemos de decir que es un hombre distinto, un hombre que vive de manera distinta de los demás. Tenemos que actuar de forma diferente en el matrimonio, en la vida familiar, en los negocios y la empresa, en la política, en la relación con los hombres. En todo eso tenemos que distinguirnos de los demás.

Ya los primeros cristianos tuvieron la audacia de ser distintos. Y por eso crearon un mundo nuevo, un mundo impregnado por los valores cristianos. Ser diferentes significa muchas veces, pasar por locos, lo mismo que los primeros cristianos pasaron por locos. Significa también luchar contra el pecado en todas sus formas, empezando por uno mismo, pero también luchar contra muchas situaciones de pecado en el mundo que nos rodea.

Es por eso que ya los primeros cristianos decían: “Non sine sanguine”, no sin sangre. El mundo no se transforma, el Reino de Dios no avanza sin sangre. Y puede ser que en algunos casos Dios permita también la sangre del martirio. El P. Fundador estuvo a punto de derramar esa sangre.

El Padre fue un hombre que echó las bases para un mundo nuevo y una Iglesia nueva, al precio de mucho dolor y sacrificio.

Él pasó por todas las luchas imaginables. Y el pudo ser fundamento para un mundo nuevo porque venció en sí mismo los problemas del mundo nuevo.
Y entonces, a pesar de todo, tenemos que atrevernos a ser distintos, a pasar por locos, a luchar contra el mal en nosotros mismos y así vivir anticipadamente el mundo de mañana.

Estilo de vida

Por otra parte es necesario que cultivemos consecuentemente un estilo de pobreza evangélica en nuestra vida. Dios nos pide conquistar un estilo de vida austero, centrado en ser más y no en tener más, centrado en confiar en Dios y su providencia y no en nuestros bienes.

Por eso, hemos de crear un nuevo estilo de vida, más sencillo, más recio. Pensemos por ejemplo en nuestra vestimenta, nuestra comida, nuestro estilo de fiestas, nuestras vacaciones, nuestras casas, nuestros aparatos, nuestros coches, etc.

También en nuestros grupos debemos buscar formas concretas para poder crecer en la sencillez y sobriedad, en el desprendimiento y el compartir solidario. Un miembro de la Familia de Schoenstatt no puede dejarse guiar en este campo por la sociedad de consumo, por la cultura materialista y secularista. En eso tenemos que ser hombres distintos, hombres que viven de manera diferente.

Debemos distinguirnos de los demás por nuestro estilo de vida sencillo y sobrio, por nuestra independencia de la sociedad de consumo.

Preguntas para la reflexión

1. ¿En qué nos distinguimos de los demás?
2. ¿Cómo es nuestro nivel de vida?
3. ¿Cuán influenciados estamos por la sociedad de consumo?

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