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Reflexiones
Padre Nicolás Schwizer Nº 02 – 01 de enero de 2007

El schoenstattiano light y el schoenstattiano de oro

Primero una breve descripción del hombre light, que se parece mucho a esos productos light que se han puesto de moda últimamente:

* Es un hombre bien informado pero de escasa educación humana. Su meta es la vida fácil y cómoda; sus aspiraciones son el dinero, el éxito, el bienestar y el placer; trata de lograrlos sin restricciones morales.
* Sus opiniones cambian permanentemente, sus normas de conducta dependen de lo que está de moda. Es un sujeto superficial, frívolo y vacío. Es un hombre sin compromisos serios; que vive únicamente para sí mismo.

No me extrañaría si estuviéramos contagiados de estas tendencias tan nefastas. En ese caso aplicaríamos lo dicho al “Schoenstattiano light”.
¿Para qué les digo esto? Nos permitirá ayudar a nuestros hijos en su difícil lucha contra las influencias destructoras del mundo de hoy.

Lo contrario es el Schoenstattiano de oro: ¿qué rasgos ha de tener? Para entender mejor la idea, vamos a ver lo que piensa el Padre Fundador sobre los schoenstattianos de hierro y de plata.

El schoenstattiano de hierro trata de cumplir con sus deberes fundamentales, pero no tiene fuerza para el sacrificio y la renuncia. Vive en un estado de tibieza y superficialidad No le guía la razón, sino sus sentidos e instintos:
Sus ojos tienen que ver todo. Sus oídos tienen que escuchar todo, enterarse de los últimos chismes, tiene que comer todo lo que encuentra.
Lucha por evitar el pecado grave, pero está en peligro permanente de caer ante las tentaciones del mundo, de la carne y de los sentidos.

Así, el schoenstattiano de hierro es pariente muy cercano del hombre light, cuyo ideal es el del mínimo esfuerzo y de la máxima comodidad. Y nos damos cuenta de que no estamos tan ajenos de este tipo de persona.
La imagen que lo caracteriza es el avestruz. Es el hombre tan pegado a la tierra que no puede elevarse, volar hacia las alturas.

El schoenstattiano de plata es una persona activa, apostólica, espiritual, entregada. El schoenstattiano de plata sí tiene fuerza de sacrificio y renuncia. Pero lo que le mueve en lo más íntimo son motivaciones naturales: la ambición, la vanidad, el egoísmo, el afán de ser reconocido y admirado. Su propio yo está todavía en el centro.
Pienso que muchos de nosotros nos movemos todavía en este nivel del schoenstattiano de plata. Nos cuesta dar el último paso, aniquilar el egoísmo en nuestro corazón y en nuestra vida.

El hombre de plata está personificado en la gallina. Ya puede revolotear, elevarse un poco de la tierra, aspirar de vez en cuando a lo alto.

El schoenstattiano de oro es el hombre del más allá, que está arraigado totalmente en el mundo de Dios. Ha entregado su entendimiento, su voluntad y su corazón enteramente a Dios. Su lema es hacer sólo lo que le agrada al Padre. Se ha olvidado de sí mismo y mira el mundo con los ojos de Dios. El Schoenstattiano de oro quiere que Dios sea el timonel de su vida. Conoce un solo pensamiento: la voluntad de Dios, también en dolor y cruz. Por eso dice el Padre que el Schoenstattiano de oro se hace realidad cuando toma en serio su cruz, cuando empieza a vivirla en su vida cotidiana.

El animal que caracteriza al hombre de oro es el águila. Se eleva por encima de esta tierra, aspira a lo más alto, está cerca de Dios.

Hermanos, todos estamos en camino, aspiramos y luchamos por este alto ideal. Algún día hemos de llegar a ser una comunidad de Schoenstattianos de oro.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Hierro, plata y oro… en cual estoy?
2. ¿Me cuesta el sacrificio y la renuncia?
3. ¿Le a daré a Dios el timón de mi vida?

Si desea comentar el texto o dar su testimonio, escriba a: pn.reflexiones@gmail.com